Desayunar al sol, oler el mar. Leer a primera hora de la mañana, escribir con bolígrafo. Caminar sobre la hierba húmeda, entrar en calor junto a la chimenea.
Estamos hechos de palabras y de metáforas: las historias que nos contamos, los recuerdos que evocamos. La Literatura nos alcanza nuevas formas de pensamiento, nos derriba, nos abraza. Nos da placer y nos da displacer. Es dolor y es amor.
Hubo tiempo en el que me describía aquí. Me daba más importancia a mí mismo que a la Literatura. No a mis concepciones, no a mi filosofía. A mi imagen. Confeccionaba una máscara de píxeles y de caracteres, de logros vacíos y de destrezas sin importancia. Prefería alardear de títulos inservibles y de hazañas insignificantes antes que ir más allá, antes que reconocer que me sobrecojo cuando veo imágenes del espacio exterior o que me apasionan las charlas de noches de verano mirando las estrellas.
Pero también sé que por estos caminos guía la curiosidad, que unas pinceladas no me convierten en cuadro: nací en 1996, la sangre que corre por mis venas es leonesa y saldría sin paraguas los días de lluvia si no llevase gafas.
Espera conmigo los días azules. Mientras, leeremos y escribiremos Literatura.